
Luis Miguel Rocha
Tres de los Cinco Caballeros, una orden encargada de velar por unos valiosos manuscritos encontrados en el mar Muerto en los que se refuta la crucifixión de Jesús, han muerto y otro de ellos, encargado de guardarlos, está ilocalizable. Desde el Vaticano saltan todas las alarmas y envían a Sarah, una editora internacional de The Times especialista en temas vaticanos y persona de confianza, a recuperar los documentos. Al mismo tiempo, la Iglesia envía también al padre Rafael y a Jacopo para investigar quién puede estar detrás de los asesinatos, y todas las pistas parecen conducir a un mismo lugar: la orden jesuita. Los brutales crímenes prosiguen hasta que finalmente solo queda uno de los Cinco Caballeros: Joseph Ratzinger.
Irene Cao
Si se pudiese capturar el placer, Elena lo haría con los ojos. Tiene veintinueve años, una belleza inocente y descarada y aún desconoce la pasión. Su mundo está hecho de arte y colores, los del fresco que está restaurando en Venecia, la mágica ciudad que la vio nacer. Hasta que encuentra a Leonardo, un chef de fama internacional que irrumpe en su vida y le da un vuelco a su historia de amor en ciernes con Filippo, a la idea que siempre ha tenido de sí misma y, sobre todo, a su manera de vivir el sexo. Porque Leonardo, inquilino inesperado en el palacio en el que ella trabaja, llega para abrir las puertas de un paraíso inexplorado del que solo él posee las llaves. Los secretos de la cocina, de la materia ordinaria que se transforma en sus manos en éxtasis para el paladar, no son los únicos que conoce: Leonardo sabe que el placer es una conquista para todos los sentidos, tiene una forma, un olor, un sabor. Y guiará a Elena, la ayudará a superar sus límites hasta llegar al confín más dulce y extremo de la obsesión. No obstante, hay una condición...
Mary Shelley
«Te recuerdo que fui creado por ti, yo debería ser tu Adán, sin embargo soy más un ángel caído a quien le sacaste la alegría sin haber cometido ningún crimen. Por todas partes veo que reina la alegría de la cual estoy irrevocablemente excluido. Yo era benévolo, bueno; la desgracia me volvió un demonio.»

Anna Karenina
León Tolstoi

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José Saramago